Y es que este E3 fue un fracaso también para los que lo
seguíamos desde casa. El único guiño palpable fue enviarnos (otra vez)
los Mii de Aonuma y de Masuda a la Plaza Mii de StreePass. No hubo
lanzamientos de juegos nuevos, (¿tan difícil era lanzar BOXBOXBOY en
lugar de hacernos esperar al día 30 de junio?) como sí ocurría en otras
ediciones, ni tan siquiera demos (a esto ya estamos algo más
acostumbrados).
A pesar de todo esto, consiguieron llevarse el
gato al agua. Y lo hicieron con un único juego: The Legend of Zelda:
Breath of the Wild. Lo tenía todo en contra por el enorme hype que se
había creado en torno a él, pero no sólo consiguió salvar los muebles,
sino que fue el rey indiscutible. Fue el juego más comentado en las
redes sociales y las colas de espera para jugarlo llegaban a ser de ocho
horas. Nintendo se cuidó mucho de no desvelar nada sobre la historia o
los personajes y las pocas cosas que vimos arrojaron nuevas preguntas en
torno al nuevo título de la saga, que llegará a todo el mundo a
principios de 2017.
A los que esperábamos emocionarnos con algo
más nos tocará esperar hasta después del verano. Algún día tendrán que
contarnos de qué va eso de NX.